Alquilar una gallina, ponerle nombre y llevarse los huevos que produce a casa. Patrocinar un olivo al que poder visitar y del que consigues aceite de forma periódica. O tener como ahijada una vaca a la que puedes ir a saludar a la granja y de la que obtienes el queso que se produce con su leche. Son tres ejemplos de un nuevo modelo de consumo que cada día gana más adeptos y que consiste en que los particulares apadrinen animales o plantaciones y reciban a cambio los productos frescos que en ella se producen además de tener la posibilidad de entender cómo se trabaja en el campo y conocer la procedencia de los alimentos que consumen. Muchas pequeñas explotaciones tienden hacia este modelo porque dicen que les permite financiar parte de su negocio para poder subsistir sin depender tanto de los bancos.

Marc Piulachs es un informático reconvertido en agricultor que alquila gallinas, árboles frutales y también pequeños huertos para cultivar. Hace cinco años heredó unos terrenos de su padre en Gavà (Barcelona) a los que les tenía que dar salida y vio que en Europa se podían alquilar parcelas de tierra para cultivar en los ratos de ocio, explica a la web de LaVanguardia. Siguiendo este modelo nació su negocio: Horts de lleure (huertos de ocio).  Así, los interesados en tener un trozo de tierra para plantar pueden dirigirse al terreno de Piulachs donde además se les ofrece asesoramiento. Este es, explica el empresario, el servicio que más interés genera.

En la misma finca existe la posibilidad de apadrinar gallinas y también árboles frutales. En el primer caso, el apadrinamiento cuesta siete euros al mes y da derecho a media docena de huevos frescos a la semana –que puede recoger uno mismo- además de poder visitar y dar de comer al animal e incluso ponerle nombre. Actualmente tiene 48 aves y todas están apadrinadas por lo que el ex informático se plantea aumentar la flota. Y la tercera pata del negocio de Marc son los árboles frutales, especialmente cítricos. Su apadrinamiento cuesta 20 euros a lo que hay que sumar una cuota mensual de doce euros. Con ese pago el padrino se encarga de cuidar el árbol y puede llevarse los frutos que dé. Para Marc el secreto del éxito es que a la gente cada vez más quiere saber de dónde viene lo que come. También el interés por aprender a cultivar es un gancho para su negocio ya que el 90% de las familias que alquilan un huerto “comienzan de 0”.

Oro líquido
Apadrinar árboles es una opción bastante común. Y además de frutales, el olivo es otro filón. Lo saben bien en Ciudad Real donde la empresa familiar El Molino Cerrorubio en breve tiene previsto abrir el apadrinamiento de sus olivos a los que se podrá visitar y poner nombre por 55 euros al año. La cuota, explican desde El Molino, dará derecho también a presenciar la recogida de la aceituna y tiene además como contraprestación material “una garrafa de cinco litros de aceite”. Desde la empresa aseguran que el comprador cada vez más quiere saber de dónde procede lo que se lleva a la boca y que este es uno de los motivos por los que han puesto en marcha el proyecto.

Comer ternera…
Una de las opciones polémicas del apadrinamiento animal la encontramos en BioTTernera, una explotación situada en Biota (Zaragoza) y regentada por Enrique Lafita. Desde hace unos tres años allí se puede apadrinar un ternero “desde el nacimiento hasta el final”, explica Lafita. También aquí existen varias modalidades. Por 60 euros al año existe la posibilidad de apadrinar la granja y conocer cómo viven los animales. Y desde hace unos meses además ofrecen la opción de apadrinar a un ternero desde el nacimiento y hasta su sacrificio (12-14 meses). Un apadrinamiento que se puede hacer con un animal entero (cuesta 2.500 euros) o por partes. Así, en función de lo apadrinado, cuando el ternero debe ser sacrificado el padrino recibe una parte o todo el animal empaquetado y preparado para su consumo. Esta opción de comerse el animal que uno ha apadrinado no está exenta de polémica, pero desde la empresa aseguran que es el padrino el que decide si quiere o no sacrificar el animal y aseguran que de momento solo se ha hecho en una ocasión.

 … o tomar leche de vaca

Unos de los pioneros en el apadrinamiento animal lo encontramos en la provincia de Girona. En la finca de Mas Claperol de Sant Feliu de Pallerols Emili Domènech puso en marcha hace décadas la opción de apadrinar y lo hizo por una necesidad económica explica su hijo Oriol, que junto con su hermano Jordi (ambos de 27 años) se encargan ahora del negocio familiar. “Mi padre quería tener vacas pero como no tenía dinero pensó en esta opción que le permitía poder comprarlas”. Oriol explica que este modelo de negocio es hoy muy habitual, pero no era así cuando empezó su padre al que muchos calificaron de “hippie loco”. Los interesados pagan lo que cuesta el animal (750 euros) y este dinero se les va devolviendo en productos derivados de la leche de vaca como queso o yogures que se producen en la misma granja. Además, la cuota permite visitar las instalaciones y conocer el estado del animal. Maria, Oriola o Pita son algunas de las diez vacas disponibles para adoptar en Mas Claperol y en la actualidad cuatro de ellas tienen padrino.

Desde la granja, que también suministra a cooperativas, explican que este tipo de negocios interesa a una sociedad cada vez más preocupada en consumir “productos naturales y ecológicos”.

Una colmena como ahijada
El mundo del apadrinamiento es dispar. Y aglutina ahijados del mundo animal y vegetal. Y a medio camino entre ambos se encuentran las colmenas. Desde hace tres años Jesús Manzano, activista y miembro del consejo de Greenpeace, decidió poner en marcha en Guadalajara Ecocolmena y ya cuenta con más de un centenar de colmenas, todas ellas con padrino. La iniciativa empresarial nació fruto de la preocupación por “lo que pasa con las abejas en nuestro país” y forma parte de una red de apicultores (tienen especialistas en varios puntos del país como Barcelona y Sevilla). En Ecocolmena existen varios formatos de apadrinamiento entre el que está el escolar o el empresarial. También el apadrinamiento personal o familiar que cuesta 60 euros al año y “la recompensa es una cosecha de cuatro kilos de miel”, explica su impulsor que también señala que en muchas ocasiones la gente acaba donando la miel a bancos de alimentos. En este sentido, explica Manzano, incluso hay clientes que tienen fobia a las abejas pero que tienen apadrinada una colmena.

Informes del estado de los insectos además de tener la posibilidad de visitar las colmenas, son otros de los servicios que incluye la cuota de apadrinamiento.

Desde la empresa señalan que su objetivo “no es la productividad ni estresar a las abejas” sino intentar preservar su existencia y divulgar la importancia de la función que tienen estos insectos en el ecosistema porque “polinizan nuestros cultivos”. El empresario advierte que si dejamos de comprar miel de aquí “no habrá ni abejas, ni cultivos ni bosques”. Además, para el activista este nuevo modelo de gestión de alimentos responde a la preocupación que cada vez tiene más gente por contar con una red de economía cercana y también por la preocupación de los usuarios por saber qué comemos.

FUENTE: La Vanguardia